sábado, 27 de noviembre de 2010

El desmitidicador argentino

El deseo, propiedad intelectual exclusivamente humana, es una mano que la mente proyecta desde la cabeza y extiende a través del espacio hacia el objeto deseado con la intención de alcanzarlo y hacerlo propio. Cuanto mas fuerte es el deseo mas se materializa su cumplimiento, pero normalmente, debatiéndose en el implacable océano del desaliento, en la atmósfera yerta del desencanto, el fantasma espiritual de esa mano psicofísica no alcanza a aparecer o queda hecha un muñón a mitad de camino, manca, incumplida, sin agarrar lo que desea. Entonces, como informes vendajes en la memoria, como desprolijos esparadrapos que hace el olvido, quedan para siempre los deseos no cumplidos. 

jueves, 11 de noviembre de 2010


Años
Quién hubiera dicho que buscaba en los huérfanos la tristeza de tus ojos ciclotímicos,
en los padres primerizos, tu pecho de gorrión anémico,
en los adictos, tu romántica palidez tuberculosa,
en los desnutridos, la escasez de tu cuerpo,
en los podólogos, tus manos albas de pianista,
en los enterradores, la languidez mortuoria de tu aspecto.

Quien hubiera dicho que, en todos estos años, buscaba en los tangueros tu prepotencia de primera guitarra,
en los asesinos, tu astucia de zorro blanco,
en los piratas, tu rebeldía de niño bueno,
en los suicidas, tu hambre de afecto,
en los ladrones, tu sigilo de gato pardo,
en los bibliotecarios, tu seriedad de príncipe destronado.

Pensar que todos estos años te busqué, creyendo que te encontraba, en las sombras de las dudas de los rincones de mi alma,
en la alegría melancólica de los amigos trasnochados de parrandas,
en el cuchillo de agua helada de las cinco de la mañana,
en el palpitar de tribu de los tambores del alba,
en el fondo teñido de sangre de las copas vacías de vino,
en el amor de gato de los hombres de corazón mezquino.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Happiness is a warm gun.

El otoño del patriarca.
Lo que nos hizo pensar que era cierta la leyenda corriente de que el plomo disparado a traición lo atravesaba sin lastimarlo, que el disparado de frente rebotaba en su cuerpo y se volvía contra el agresor, y que sólo era vulnerable a las balas de piedad disparadas por alguien que lo quisiera tanto como para morirse por él.
 Gabriel García Márquez.