miércoles, 22 de julio de 2009

Hamlet sin Rey de Dinamarca.


Hamlet.

¿Qué es mas noble para el espíritu? ¿Sufrir los golpes y las heridas de la insultante suerte, o tomar las armas contra un mar de desgracias, haciéndole frente para terminar con ellas? ¿Morir es dormir? ¿No más? ¿Y por un sueño pondremos fin al sufrimiento del corazón y a los mil conflictos que constituyen la herencia de la sangre? Esta es una palabra, entonces, que deberíamos solicitar con ansia: morir, dormir, tal vez soñar. Y aquí está el conflicto, porque al considerar qué sueños nos podrán ocurrir en el silencio del sepulcro, cuando nos hayamos liberado del vértigo de la vida, es una poderosa razón para detenernos. Ésta es la consideración que hace a la existencia de la infelicidad tan larga.

¿Quién, si esto no fuese así, aguantaría las heridas de este mundo, las ofensas del soberbio, la violencia de los tiranos, la lentitud de la justicia, las penas de un amor mal pagado, los agravios y quebrantos de la edad y el maltrato que el hombre paciente recibe a diario de los indignos, cuando el que esto sufre podría darse reposo con un simple puñal? ¿Quién toleraría tanta opresión, sudando y gimiendo toda una vida de pesares, si no fuera por el temor de un algo mas allá de la muerte, aquel país desconocido de cuyas fronteras ningún caminante regresa? Temor que nos impulsa a soportar todos los males conocidos, antes de desafiar aquellos de los que no tenemos seguro conocimiento. Así la conciencia hace de todos nosotros unos cobardes.

W. Shakespeare

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