viernes, 22 de noviembre de 2013

Poemas encadenados.


 Te acordás hermano
¿Te acordás hermano que tiempos aquellos
cuando sin cortedades ni temor ni vergüenza
se podía decir impunemente pueblo?
cada uno estaba donde correspondía
los capos allá arriba/ nosotros aquí abajo

es cierto que no siempre
logró colarse el pueblo en las constituciones
o en las reformas de las constituciones
pero sí en el espíritu de las constituciones/
los diputados y los senadores
todos eran nombrados sin boato
como representantes de ese pueblo

ahora el requisito indispensable
para obtener curules en los viejos partidos
y algunos de los nuevos
es no pronunciar pueblo
es no arrimarse al pueblo
no soñar con el pueblo

incluso hubo un ministro mexicano
(sabines dixit) que en el sesenta y ocho
unos meses después de tlatelolco
dijo/ con el pueblo me limpio el culo
después de todo el tipo era sincero

por otra parte en las obras más doctas
de los historiadores con oficio
el pueblo aún figura en las notas al pie
y en el último tramo de la bibliografía

pero el voquible pueblo/ en general/
es contaseña de las catacumbas
de los contactos clandestinos
de las exhumaciones arqueológicas

de vez en cuando surge un erudito
que descubre que engels dijo pueblo
que gramsci el che guevara y rosa luxemburgo
que mariátegui y marx y pablo iglesias
dijeron pueblo alguna que otra vez

y ciertos profesores que todavía tienen
en sus armarios el pañuelo rojo
llevan a sus alumnos al museo
para que tomen nota disimuladamente
de cómo eran las momias y los pueblos
y claro los muchachos que absorben como esponjas
se levantan sonámbulos en mitad de la noche
y trotan por los blancos corredores
diciendo pueblo saboreando pueblo

mas como en la vigilia vigilada
ya nadie grita ni murmura pueblo
hay en las calles y en plazoletas
en los clubes y colegios privados
en las academias y en las autopistas
una paz algo densa/ a prueba de disturbios
y un silencio compacto/ sin fisuras
algo por el estilo del que encontró neil amstrong
cuando anduvo paseando por la luna sin pueblo.
Mario Benedetti

Diario Oficial
(Marzo de 70)
Por decreto presidencial: el pueblo no existe
El pueblo es útil para hablar en banquetes:
“Brindo por el pueblo de México”,
“Brindo por el pueblo de Estados Unidos”.”

También sirve el pueblo para otros menesteres literarios:
escribir el cuento de la democracia,
publicar la revista de la revolución, hacer la crónica de los grandes ideales

El pueblo es una entidad pluscuamperfecta
generosamente abstracta e infinita.
Sirve también para que jóvenes idiotas
aumenten el área de los panteones
o embaracen las cárceles
o aprendan a ser ricos.

Lo mejor de todo lo ha dicho un señor Ministro:
“Con el pueblo me limpio el culo”
He aquí lo máximo que puede llegar a ser el pueblo:
un rollo de papel higiénico
para escribir la historia contemporánea con las uñas.
Jaime Sabines.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.

 Rayuela
Pero el amor, esa palabra... Moralista Horacio, temeroso de pasiones sin una razón de aguas hondas, desconcertado y arisco en la ciudad donde el amor se llama con todos los nombres de todas las calles, de todas las casas, de todos los pisos, de todas las habitaciones, de todas las camas, de todos los sueños, de todos los olvidos o los recuerdos. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (cómo te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos y las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusier van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños.
 Julio Cortázar.

miércoles, 16 de octubre de 2013

1984 was not supposed to be an instruction manual

 La Inmortalidad.
Pasó un par de páginas y se encontró con unas personas desnudas en la playa, un gran titular ESTAS FOTOGRAFÍAS NUNCA FIGURARAN EN EL ÁLBUM DE RECUERDOS DE BUCKINGHAM y un texto breve con una frase final: «...pero allí había un fotógrafo, y una vez más las amistades de la princesa volverán a colocarla en el candelero». Pero allí había un fotógrafo. En todas partes hay un fotógrafo. Un fotógrafo escondido detrás de los arbustos. Un fotógrafo disfrazado de mendigo inválido. En todas partes hay un ojo. En todas partes hay un objetivo. Agnes recordó que una vez, cuando era niña, se había quedado deslumbrada por la idea de que Dios la veía y la veía ininterrumpidamente. Fue entonces cuando sintió por primera vez el placer, la extraña satisfacción que el hombre siente cuando es visto, visto contra su voluntad, visto en los momentos de intimidad, cuando es violado por una mirada. La madre, que era creyente, le decía «Dios te ve» y pretendía así enseñarle a no mentir, a no comerse las uñas y a no meterse el dedo en la nariz, pero ocurrió algo diferente: precisamente cuando se dedicaba a hacer algo malo o vergonzoso, Agnes se imaginaba a Dios y le enseñaba lo que estaba haciendo.
Pensó en la hermana de la reina de Inglaterra y llegó a la conclusión de que hoy el ojo de Dios ha sido reemplazado por la cámara. El ojo de uno ha sido reemplazado por los ojos de todos. La vida se ha convertido enuna única gran orgía en la que todos participan. Todos pueden ver a la princesa inglesa desnuda celebrando su cumpleaños en una playa subtropical. La cámara aparenta interesarse sólo por los famosos, pero basta con que a escasa distancia de ustedes caiga un avión, basta con que de sus camisas salgan llamas para que de pronto también ustedes sean famosos y formen parte de la orgía general, que nada tiene en común con el placer y que se limita a poner públicamente en conocimiento de todos que no tienen dónde esconderse y que cualquiera está a merced de cualquiera.
Milan Kundera.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una muy importante.

Crímenes.
Era inteligente sólo de una manera astuta, y como él mismo era débil, sabía reconocer las debilidades de los demás. Y así se aprovechaba de ellas aun cuando, en realidad, no obtuviera ninguna ventaja.
Ferdinand Von Schirach.

martes, 17 de septiembre de 2013

Como cada día en el infierno me aburría, me fuí de bar en bar.


El viento que arrasa.
Yo nunca había salido del pueblo. Ni tiempo para ir a pescar teníamos. Igual vi de todo mientras trabajé en la fonda. Porque no venían solamente peones. Mi madre cocinaba muy bien y estaba abierto todo el día. Así como venía el changarín, venían los ingenieros del ferrocarril, de las desmotadoras, los dueños de las tierras, el indio que apenas juntaba dos monedas se las chupaba. El alcohol pone a todos los hombres al mismo nivel ¿sabe? Una vuelta se agarraron dos ingenieros que trabajaban en la Chaco. Chupaban whisky como esponjas los gringos. Un whisky que era querosén puro, le garanto. Lo contrabandeábamos de Paraguay, imagínese. Llegaron como amigos y empezaron a tomar. Hablaban en su lengua, así que no entendíamos nada. De golpe, vaya a saber por qué, empezaron a discutir. Mi viejo nunca intervenía hasta que la cosa se pasaba de castaño oscuro. Pero los gringos estos no le dieron tiempo a reaccionar. De repente uno sacó un revólver y le voló la cabeza al otro. Esa noche, como siempre, todos los parroquianos estaban en pedo, pero le juro que todos se pusieron sobrios de pronto. Se quedaron blancos, sentados en las sillas. Parecían fantasmas. Hasta la brasa de los cigarrillos se detuvo. El gringo que había disparado empezó a temblar como una hoja, quería llevarse el caño a la boca y el temblequeo no lo dejaba. Mi padre lo desarmó. Lo llevó hasta la puerta y le dio un empujoncito. Vaya, mister, vaya para las casas y vea lo que hace; le dijo. Después entró y me mando a la comisaría. Salí en la bicicleta, aunque le parezca una salvajada, estaba emocionado, me sentía importante con mi misión. Vino la policía y se llevó el cuerpo. Nadie hizo preguntas. Mi madre limpió la mesa de los gringos y los sesos que habían salpicado en el piso. Mi padre dijo: “la casa invita una vuelta a ver si les vuelve el alma al cuerpo”. En cinco minutos todo se había olvidado y la noche siguió delante como debía ser. Hasta chuparon más que de costumbre, creo que para celebrar que esa vez no les había tocado a ellos.
Selva Almada.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Años después, en su lecho de agonía, Aureliano Segundo había de recordar la lluviosa tarde de junio en que entró en el dormitorio a conocer a su primer hijo.


Cien años de soledad
 Fernanda era una mujer perdida para el mundo. Había nacido y crecido a mil kilómetros del mar, en una ciudad lúgubre por cuyas callejuelas de piedra traqueteaban todavía, en noches de espantos, las carrozas de los virreyes. Treinta y dos campanarios tocaban a muerto a las seis de la tarde. En la casa señorial embaldosada de losas sepulcrales jamás se conoció el sol. El aire había muerto en los cipreses del patio, en las pálidas colgaduras de los dormitorios, en las arcadas rezumantes del jardín de los nardos. Fernanda no tuvo hasta la pubertad otra noticia que los melancólicos ejercicios de piano ejecutados en alguna casa vecina por alguien que durante años y años se permitió el albedrío de no hacer la siesta. En el cuarto de su madre enferma, verde y amarilla bajo la polvorienta luz de los vitrales, escuchaba las escalas metódicas, tenaces, descorazonadas, y pensaba que esa música estaba en el mundo mientras ella se consumía tejiendo coronas de palmas fúnebres. Su madre, sudando la calentura de las cinco, le hablaba del esplendor del pasado. Siendo muy niña, una noche de luna, Fernanda vio una hermosa mujer vestida de blanco que atravesó el jardín hacia el oratorio. Lo que más le inquietó de aquella visión fugaz fue que la sintió exactamente igual a ella, como si se hubiera visto a sí misma con veinte años de anticipación. «Es tu bisabuela, la reina -le dijo su madre en las treguas de la tos-. Se murió de un mal aire que le dio al cortar una vara de nardos.»
Gabriel García Márquez .

lunes, 1 de julio de 2013

Nada decía la prensa de hoy de esta sucia pasión.



Noticias de la noche
Toda Grecia está conmocionada —responde acalorado—. Es lo nunca visto. Los teléfonos están que arden. De repente, justo cuando me dispongo a anunciar las nuevas medidas económicas, me interrumpen y ponen anuncios. Antes de que me dé tiempo a preguntar qué pasa, el realizador Manísalis entra como un huracán y dice que han asesinado a Yanna. Más anuncios, grito y mando enseguida a un cámara al camerino. Cuando vuelvo a salir al aire, estoy destrozado. «Señoras y señores», digo, «en este preciso instante se está produciendo una tragedia en nuestros estudios. Yanna Karayorgui, nuestra reportera de sucesos, “el Sabueso”, como la llamaban sus compañeros, yace muerta en una habitación contigua, brutalmente asesinada. Aún no sabemos quién es el autor de este crimen horrendo. Desgraciadamente, la verdad tiene muchos enemigos. Hellas Channel, sin embargo, el canal de la vanguardia informativa, siempre el primero en dar las noticias, no podía menos de comunicar la noticia de inmediato a ustedes, sus espectadores. Señoras y señores, les informamos del trágico fin de Yanna Karayorgui casi en el mismo momento del fatal suceso, antes incluso de avisar a la policía.» Y aparece en pantalla el plano del camerino con Yanna tal como lo han encontrado. Se trata de un gran documento. Tenemos el vídeo. Puede verlo, si lo desea.
¿Por qué no le doy dos bofetadas bien dadas? ¿Por qué no junto un par de sillas, lo ato a ellas, le quito zapatos y calcetines y le arreo en las plantas de los pies? El policía que ya no pega es como el fumador que ya no fuma. Aunque la lógica le diga que ha hecho muy bien en dejarlo, por dentro se muere de ganas de repartir unas cuantas hostias, como el ex fumador se muere por una caladita.
¿Sabe qué debería hacer con usted? —le digo—. ¡Debería llevarlo a jefatura, encerrarlo en un calabozo con chorizos, macarras y camellos, y dejar que se jueguen su culo a los dados!
Palabras, gritos, amenazas estériles. He dejado de fumar y trato de engañarme masticando chicles.
Petros Márkaris

martes, 30 de abril de 2013

Cuando me hablan del destino cambio de conversación.



El último encuentro. 
──Porque en la vida de un hombre no solo ocurren las cosas [...] Uno también construye lo que le ocurre. Lo construye, lo invoca, no deja escapar lo que le tiene que ocurrir. Así es el hombre. Obra así incluso sabiendo o sintiendo desde el principio, desde el primer instante, que lo que hace es algo fatal. Es como si se mantuviera unido a su destino, como si se llamaran y se crearan mutuamente. No es verdad que la fatalidad llegue ciega a nuestra vida, no. La fatalidad entra por la puerta que nosotros mismos le hemos abierto, invitándola a pasar. No existe ningún ser humano lo suficientemente fuerte e inteligente para evitar mediante palabras o acciones el destino fatal que le deparan las leyes inevitable de su propia naturaleza y carácter. 
Sándor Márai

martes, 16 de abril de 2013

Por eso, no has de extrañarte si, alguna noche, borracho, me vieras pasar del brazo con quien no debo pasar.


El ultimo encuentro. 
El compañerismo y la camaradería adquieren en ocasiones el aspecto de la amistad. Los intereses en común pueden producir situaciones humanas que se parecen a la amistad. También la soledad hace que las personas se refugien en relaciones más íntimas: al final se arrepienten, aunque al principio crean que esa intimidad es ya una forma de amistad. Claro, todo esto no tiene nada que ver con la verdadera amistad. Uno está convencido, y mi padre todavía lo entendía así, de que la amistad es un servicio. Al igual que el enamorado, el amigo no espera ninguna recompensa por sus sentimientos. No espera ningún galardón, no idealiza a la persona que ha escogido como amiga, ya que conoce sus defectos y la acepta así, con todas sus consecuencias. Esto sería el ideal. Ahora hace falta saber si vale la pena vivir, si vale la pena ser hombre sin un ideal así. Y si un amigo nuestro se equivoca, si resulta que no es un amigo de verdad, ¿podemos echarle la culpa por ello, por su carácter, por sus debilidades? ¿Qué valor tiene una amistad si sólo amamos en la otra persona sus virtudes, su fidelidad, su firmeza? ¿Qué valor tiene cualquier amor que busca una recompensa? ¿No sería obligatorio aceptar al amigo desleal de la misma manera que aceptamos al abnegado y fiel? ¿No sería justamente la abnegación la verdadera esencia de cada relación humana, una abnegación que no pretende nada, que no espera nada del otro? ¿Una abnegación que cuanto más da, menos espera a cambio? Y si uno entrega a alguien toda la confianza de su juventud, toda la disposición al sacrificio de su edad madura y finalmente le regala lo máximo que un ser humano puede dar a otro, si le regala toda su confianza ciega, sin condiciones, su confianza apasionada, y después se da cuenta de que el otro le es infiel y se comporta como un canalla, ¿tiene derecho a enfadarse, a exigir venganza? Y si se enfada y pide venganza, ¿ha sido un amigo él mismo, el engañado y abandonado? ¿Ves?, este tipo de cuestiones teóricas me han ocupado desde que me quedé solo. Por supuesto que la soledad no me ha dado la menor respuesta. 
Sandor Marai