Era inteligente sólo de una manera astuta, y como él mismo era débil, sabía reconocer las debilidades de los demás. Y así se aprovechaba de ellas aun cuando, en realidad, no obtuviera ninguna ventaja.
Imperioso, colérico, impulsivo, exagerado en todo, con un desorden en la imaginación, en lo que atañe a las costumbres, como no hubo semejante; ateo hasta el fanatismo, heme aquí en dos palabras, y algo más todavía: matadme o aceptadme tal cual soy, pues no cambiaré.
Donatien Alphonse François, Marqués de Sade.
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