martes, 25 de octubre de 2011

Y estoy así de bien

Adán Buenosayres
Irresoluto aún, Adán Buenosayres volvió a mirar el reloj fantasmagórico de San Bernardo y la desierta calle Gurruchaga por la que debería regresar. Evocó luego el trabajo que le aguardaba en su laboratorio de torturas, allá, bajo la lámpara maldita y entre objetos estúpidamente familiares. Entonces experimentó un escalofrío de terror que lo hizo aferrarse otra vez al grupo ebrio, a la nave de locos en que venía navegando:
—¡Noche absurda! volvió a gritar en sus alma. ¡Noche mía!
Y avanzó entre los demás, como si huyera de sí mismo.
Leopoldo Marechal

miércoles, 21 de septiembre de 2011

En los mares y en el cielo y en las rocas de granito, nuestro más ferviente anhelo estaba escrito.


 El Rey Lear
Es la suprema estupidez del mundo que cuando enfermos de fortuna, muy a menudo por los excesos de nuestra conducta, culpemos de nuestras desgracias al sol, la luna y las estrellas; como si fuéramos malvados por necesidad; necios por exigencias de los cielos; truhanes, ladrones y traidores por el influjo de las esferas; borrachos, embusteros y adúlteros por obediencia forzosa a la influencia planetaria, y cuanto hay de mal en nosotros fuese una imposición divina. Qué admirable la excusa del hombre putañero, poner su sátira disposición a cuenta de los astros. Mi padre holgaba con mi madre bajo la cola del Dragón y fui a nacer bajo la Osa Mayor, de lo que se deduce que soy violento y lujurioso, ¡Bah! Habría sido lo que soy aunque la estrella más virginal del firmamento hubiera centelleado mientras me hacían bastardo. 
William Shakespeare.

martes, 23 de agosto de 2011

Que todas las lunas sean lunas de miel.

  
Donde dijeron digo decid Diego
Nos enseñaron a tener paciencia
nos enseñaron a no andar descalzos
nos enseñaron a morir de viejos
nos enseñaron a vivir a plazos
nos enseñaron a guardar silencio
nos enseñaron a temer la noche
nos enseñaron que el placer es malo
nos enseñaron a crecer a golpes
nos prohibieron las cosas más hermosas
ir al campo a robar brevas
bañarnos en el verano con las mozas en la alberca
y crecimos enfermizos faltos de aire y de besos
llena la piel de preguntas que contestaba el silencio
pero apareció la vida cuando moríamos de sed
era una fuente su cuerpo que invitaba a los sedientos
a beber, a beber.
probamos la dulzura de la carne
supimos que aún estábamos a tiempo
nos hartamos de besos, de manzanas,
declaramos la guerra al sufrimiento
nos quitamos la vieja piel a tiras
renegamos de todo lo sabido
prometimos pecar a manos llenas
nos hicimos más tiernos y más niños
ahora, cada día tiene su fruto
cada noche su secreto
y el tiempo es una mentira
que han inventado los viejos
al arrancarnos las vendas
que nos negaban el cuerpo
descubrimos el presente
que es lo único que tenemos
y cantaremos la vida y no abriremos la puerta
a la muerte mientras dentro del cuerpo quede una gota
de deseo, de deseo.
J. Sabina

domingo, 15 de mayo de 2011

Muerte Puta


Me parece que sos una muerte de las de acá,
medio berreta, medio pelotuda,
poco profesional, aburrida.

No sos una muerte torera,
una muerte guerrillera,
una muerte formula uno.

Sos una muerte cola de jubilados,
una muerte tristeza de manicomio,
una muerte monoblock de departamentos,
una muerte de barrio y de programas de televisión,
una muerte mediocre, anónima, cobarde.

lunes, 10 de enero de 2011

You don't know me at all

El héroe sin nombre
Francisco Javier Lecombe sintetiza su sabiduría en un núcleo desencantado que enuncia, sin embargo, con una sonrisa de zorro viejo, postrando sin pudor sus dientes amarillentos. No hay forma (dice) de decirle a nadie algo propio sobre la intimidad más profunda porque nadie puede conectarse enteramente con lo más hondo de otro, nadie puede comunicar la oscura intimidad incomunicable de su alma a nadie. Esa intimidad es inconfiscable, incomunicable, esa intimidad es una isla entre islas (dice) y aunque se tiendan puentes entre unas y otras siempre serán puentes de mera superficie.
Rodolfo Rabanal.

domingo, 9 de enero de 2011

Y que conozca las palabras que jamas le voy a decir.

El héroe sin nombre. 
Tal vez la razón de “lo impronunciable” sea el miedo. Porque el amor es, desde siempre, una suerte de garras llenas de discursos inadecuados donde uno de los puntos más altos se sitúa en el capítulo dedicado al compromiso. Palabra esta última con aliento a severidad, palabra que limita y aprueba como si fuera un contrato comercial leonino. Quizás el problema resida, como fatalidad semántica, en el uso abusivo de una palabra que ha sido llevada, por ese mismo exceso, hasta los extremos de su significado, y entonces ya sea difícil encontrarle un sentido. Es posible que decir te amo o la amo, o lo amo, tenga hoy el valor ritual de “lo siento”, “buenos días” o “buena suerte”, meros engrudos de cortesía y buena voluntad. Probablemente, si uno no habla de amor, si uno elude la presión invocativa que el término contiene, quizás esté amando de verdad, y sin “saberlo”, sin “proponérselo”. Paradójicamente, sería preciso entonces no nombrar al amor para que el amor exista. No lo nombremos.
Rodolfo Rabanal.