La tregua.
Jueves 21 de febrero
Esta tarde, cuando venía de la
oficina, un borracho me
detuvo en la calle. No protestó contra el
gobierno, ni dijo
que él y yo éramos hermanos, ni tocó ninguno de
los
innumerables temas de la beodez universal. Era un borracho
extraño, con una luz especial en los ojos. Me tomó
de un brazo y
me dijo, casi apoyándose en mí: “¿Sabés lo
que te pasa? Que no
vas a ninguna parte”. Otro tipo que pasó en ese instante me miró con una
alegre dosis de
comprensión y hasta me consagró un guiño de
solidaridad. Pero ya hace cuatro horas que estoy intranquilo,
como
si realmente no fuera a ninguna parte y sólo ahora
me hubiese
enterado.
Mario Benedetti
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