El accionista mayoritario.
Katerina se ríe.
-No estamos hablando de boda, mamá, sólo de vivir juntos.
Se produce un silencio
triple. Yo ya lo había entendido a medias, pero a Adrianí, que
estaba en Babia, la pilla desprevenida. Katerina no dice nada, nos da
unos minutos para que lo encajemos.
-Si habéis decidido vivir juntos ¿Por qué no pasáis por la
vicaria, como Dios manda?
-Porque no sabemos si nos llevaremos bien. Quizás nos
equivoquemos.
Adrianí me incita con la
mirada a intervenir como padre, pero mi impotencia es absoluta. Me
viene a la cabeza que, desde la segunda vez que salí con Adrianí,
me torturaba el miedo a perderla. Lo mismo le pasaba a ella.
Entonces, al cabo de tres meses, nuestros padres nos dieron su
bendición y ya se me permitió salir con ella cogida del brazo.
¿Cómo puedo explicarle la diferencia entre aquellos tiempos, cuando
nos daba miedo que el otro nos plantase, y ahora, en que uno teme que
el otro no lo deje nunca?
Petros Markaris