Adán Buenosayres
Justamente, antes de caer
, buscaba yo el simbolismo de un sueño que tuve anoche. Me veía
extraviado en una selva, y lleno de angustia buscaba la salida entre
árboles y enredaderas hostiles. De pronto se me apareció un canguro
australiano , el cual, sentado sobre sus dos patas inferiores, se
puso a mirarme largamente y con el aire de la más negra melancolía.
Cerré los ojos un instante y al reabrirlos vi que en el lugar del
canguro se alzaba un ropero de tres cuerpos. Me dirigí a él en
busca de una prenda íntima, y al acercarme vi cómo el ropero se
disipaba en el aire para dar lugar al canguro australiano. Eché a
correr entonces, perseguido de cerca por el canguro; hasta que, al
dejar de oir sus grandes zancadas, me detuve, giré sobre mis talones
y volví a encontrarme con el ropero.
―Curioso ―admitió
Samuel― ¿Ha encontrado
en el sueño ese alguna significación oculta?
―No
todavía ―respondió el
Adonis―.
Pero ese canguro me tiene preocupado.
Samuel
Tesler manifestó aquí una vislumbre de simpatía humana.
―No
se alarme ―le
dijo en tono confidencial―.
Yo tuve anoche un sueño peor, y sin embargo, aquí me tiene
―¿Qué
soñó usted?―
le preguntó el Adonis.
―Soñé que mi culo era
una rosa, y que usted la olía.
El Adonis quedó
pensativo, tal como si aventurase o repasara textos.
―¡Hum! ―dijo
al fin―. Esa rosa me da
mala espina, y ese culo no me huele del todo bien. Yo que usted, me
haría psicoanalizar.
Leopoldo Marechal.
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