Cartas a un joven poeta
No hay más que un solo remedio:
adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le
impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo
más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión,
inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere
permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más
callada de su noche: "¿Debo yo escribir?" Vaya cavando y
ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si
usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Si
debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad,
erija el edificio de su vida […].
Pero tal vez, aun después de haberse sumergido en sí mismo y en su
soledad, tenga usted que renunciar a ser poeta. (Basta, como ya queda
dicho, sentir que se podría seguir viviendo sin escribir, para no
permitirse el intentarlo siquiera.)
Rainer María Rilke
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