Después del día de fiesta.
Esperaba
que no hubiese amado a nadie como a mi. Y se lo pregunté; no supo
contestarme. Una sonrisa casi hipócrita cruzó por su cara, se borró
enseguida, pero esa sombra permaneció en mi para el resto de mis
días. Giacomo, Giacomo, me precipité al vacío ¿Éste era el amor
que sentía por mi? ¡Qué tristeza, Giacomuccio! No solamente el
orgullo herido, ese más allá que es el amor no estaba en su rostro,
no figuraba en sus sentimientos. Me he quedado con su imagen
indeleblemente esculpida en mi corazón, y con el dolor cruel de no
haberle inspirado ese amor que yo sentía por él, ardiente, furioso.
Si lo hubiese amado menos, hubiese aceptado esa pasión tibia que
desmiente la naturaleza de la pasión y que a tantas criaturas
conforma. Pero lo amaba tanto que no pude. Me arrepiento. La
felicidad es una animal tímido que se asoma rara vez de su cueva. Si
hacemos un gesto desmañado, se asusta y huye. Así, por no querer
apresarla como a un animal tímido, huyó la mía para siempre.
Griselda Gambaro.
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